martes, 10 de marzo de 2009

Un albacea para el Yo que somos en la Red

Una buena amiga me explicó hace algunos días que ella puede acceder a las cuentas de corre electrónico de su hermano. Y que su hermano puede acceder a las suyas. "Por si a alguno de nosostros nos pasa algo", me dijo. Me pareció razonable: ahora que tenemos un pedazo de vida en la Red, es importante ser previsor.

A un tipo llamado Jeremy Toeman se le ocurrió que podría hacer de esa necesidad un buen negocio. Constituyó con un grupo de socios una empresa llamada LegacyLocker y sobre la que hoy informa TechCrunch. Ofrecen el siguiente servicio: el usuario/cliente puede almacenar allí todos sus nombres de ususario y sus contraseñas y ellos se encargarán de reenviárselas a quien el usuario/cliente indique en caso de que fallezca.

Los procedimientos diseñados por LegacyLocker son un peculiar ejercicio de arquitectura de actuaciones para la sucesión. LegacyLocker crea la figura del "verificador", por ejemplo: es la persona autorizada a confirmarles que, efectivamente, el cliente ha muerto. Cada cliente puede tener varios verificadores. Además, y antes de hacer caso a los verificadores, los chicos de LegacyLocker tratan de ponerse en contacto con su cliente. Confirmado el deceso, pasan a distribuir usuarios y contraseñas. Por cierto: cuando te suscribes a LegacyLocker, recibes una tarjeta como la de los donantes de órganos, una de esas que dan instrucciones para después de la muerte. Y todo ello por 30 dólares al año o a cambio de un único pago de 300 dólares para toda la vida.

LegacyLocker no es la primera empresa que ofrece servicios en Internet relacionados con la muerte. Eternity4all, por ejemplo, te ayuda a dejar mensajes, fotografías y vídeos a quien tu quieras.

Mejor sería que alguien se inventase la vida eterna. Pero, mientras eso sucede, no están mal estas propuestas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

O mu albacea é Bertez. El sabe todos os meus contrasinais e está instruído en qué ten que facer...

Pancho R. Tristán dijo...

vou ter que buscar eu un albacea, entón...